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Descubre la Basílica del Santo Sepulcro, Jerusalén.

La Basílica del Santo Sepulcro en Jerusalén es uno de los lugares más sagrados y venerados por los cristianos de todo el mundo. También conocida como la Iglesia del Santo Sepulcro, alberga los lugares donde se cree que Jesús fue crucificado, enterrado y resucitó. Este post explora la rica historia, la importancia espiritual y la arquitectura de este emblemático templo, parada obligatoria en la peregrinación a Tierra Santa.


Historia de la Basílica del Santo Sepulcro


Orígenes y construcción inicial

El lugar en el que Jesús murió y resucitó fue convertido por la primera comunidad cristiana en el lugar de culto desde los primeros momentos hasta el año 135. El lugar sufrió ya una temprana transformación cuando fue utilizado como cantera y quedó dentro de las murallas hacia el año 44. Luego Adriano, en el año 135, hizo aquí una gran explanada, trayendo tierra para nivelar el terreno y construyendo un templo a Venus Afrodita con un jardín sagrado.


Santa Elena, en el año 325, había pedido información al obispo de Jerusalén en el concilio de Nicea, peregrina a Jerusalén y, dando fe a las tradiciones de los cristianos locales, pide a su hijo Constantino la destrucción del templo de Venus. Derribando el templo y excavada la zona, salen a la luz la roca del Calvario y el Sepulcro. Entonces, el propio emperador, en el año 326 manda a Macario (obispo de Jerusalén) la construcción de una basílica.

Así surgió el grandioso templo, compuesto desde el este por un atrio porticado, que precedía a la basílica de cinco naves (llamada Martyrium); después un amplio patio interior tripórtico, con la roca del Calvario en su ángulo Sudoriental y, por último, un gran mausoleo con cúpula construido sobre la tumba y llamado "Anástasis". Se inauguró del 13 al 20 de septiembre del 335.


Basílica del Santo Sepulcro, Jerusalén, Israel.

Destrucciones y sucesivas reconstrucciones

En el año 614, los persas queman la basílica. Sería restaurada en el 616 por el abad Modesto, quien respetó la construcción constantiniana y protegió la roca del Calvario con la construcción al oeste de una capilla dedicada a Adán. El emperador Heraclio venció a los persas en el 627 y dos años más tarde entró en Jerusalén con la Cruz recuperada.


Se suceden después cuatro siglos de pequeñas destrucciones y reconstrucciones: un terremoto daña la cúpula en el 800 y quince años después Carlo Magno ayuda a repararla. En el 841 un aventurero provoca un incendio. En Pentecostés del 938, los musulmanes en un motín prenden fuego a las puertas y saquean el Calvario y la Anástasis. En año 966, los musulmanes provocan otro incendio en represalia por una derrota sufrida en Siria.

Pero la gran catástrofe sería en el año 1009, cuando el califa Hakim ordena destruir todo: desaparece el martyrium y casi todo lo demás, llegando la destrucción a la misma gruta de la tumba, dejando solo la piedra que los escombros habían cubierto.


El emperador Constantino Monómaco logra un acuerdo con el sultán egipcio para restaurar el Santo Sepulcro. En el 1042, realiza un nuevo esquema de construcción: restaura la Anástasis y convierte el atrio que la precedía en basílica, construyendo tres capillas en el pórtico oriental y dando la entrada por el sur. Todo el espacio que ocupaba el pórtico de entrada y el martyrium quedó en ruidas y nunca se volvería a edificar.


La Basílica del Santo Sepulcro tal y como la conocemos

Los cruzados, respetando la restauración de la Anástasis, construyen una nueva basílica con crucero, ocupando también parte de la cabecera del martyrium. Esta es la basílica que perdura con pequeñas restauraciones y reformas, entre las que sobresale la efectuada por el arquitecto griego Comninos. Tras el incendio de 1808 que produce grandes daños, el arquitecto esconde lo que resta del sepulcro en una capilla y estropea el conjunto de la Anástasis, tapiando el espacio entre las columnas, ocupando el deambulatorio con capillas.


El Templo


La basílica es de estilo románico. Su entrada es de dos cuerpos superpuestos, con dos puertas y dos ventanales. Una de las puertas fue tapiada por orden de Saladino. De la apertura de la única puerta se encargan dos familias musulmanas desde el siglo XIII.


La Rotonda y el Edículo

La Rotonda es la estructura circular que alberga el Edículo, el pequeño edificio que contiene el sepulcro vacío de Jesús. Este es el corazón espiritual de la basílica, donde los peregrinos pueden entrar para orar y contemplar el lugar de la resurrección. La rotunda está coronada por una impresionante cúpula que permite la entrada de luz natural, creando una atmósfera celestial.


El Edículo, Basílica del Santo Sepulcro, Jerusalén, Israel.

El Gólgota (Calvario)

El Gólgota, también conocido como el Calvario, es el lugar donde Jesús fue crucificado. Está ubicado en una capilla en el nivel superior de la basílica. Los visitantes pueden ver la roca del Gólgota a través de una abertura en el altar, y muchos se arrodillan para tocar el lugar exacto de la crucifixión.


El Calvario, Basílica del Santo Sepulcro, Jerusalén, Israel.

La piedra de la Unción

Al entrar en la basílica, los peregrinos se encuentran con la Piedra de la Unción, donde se dice que el cuerpo de Jesús fue ungido antes de ser sepultado. Esta piedra es un lugar de oración y veneración, y es común ver a los peregrinos tocándola, besándola y dejando ofrendas.


La piedra de la Unción, Basílica del Santo Sepulcro, Jerusalén, Israel.

Capillas y Santuarios

La basílica alberga varias capillas y santuarios dedicados a diversos santos y eventos bíblicos. Entre ellos se encuentran la Capilla de Santa Elena, la Capilla de San Longino y la Capilla de la Inmaculada Concepción. Cada una de estas capillas ofrece una rica historia y un lugar adicional para la reflexión espiritual.



Importancia para el Cristianismo


La Basílica del Santo Sepulcro es crucial para los cristianos porque es el sitio donde ocurrieron los eventos más importantes de la fe cristiana: la crucifixión, la sepultura y la resurrección de Jesús. Estos eventos son el fundamento del cristianismo y son conmemorados durante la Semana Santa, especialmente el Viernes Santo y el Domingo de Pascua.


Peregrinación y devoción

Miles de personas que peregrinan a Tierra Santa visitan la basílica cada año para venerar estos lugares sagrados. La experiencia de caminar por los mismos sitios donde Jesús sufrió, murió y resucitó ofrece una profunda conexión espiritual y un fortalecimiento de la fe. La basílica es un símbolo de esperanza, redención y vida eterna para los cristianos.


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